El papa Francisco arribará este lunes a Chile para una visita de poco más de tres días que se convirtió, acaso, en la más desafiante de las 21 que realizó hasta ahora.
Si bien el gobierno chileno buscó minimizar los ataques a los templos, una reunión de última hora de autoridades civiles y de seguridad de la comunidad de la capital chilena evidenciaron el especial empeño oficial para que no haya incidentes y el paso del Papa se desarrolle con normalidad. Paralelamente, el arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, admitió que la visita papal se realiza en un “momento de crisis” para la Iglesia chilena, pero que también es una oportunidad para su revitalización.
Santiago se despertó este domingo con la novedad de que a la una de la madrugada desconocidos iniciaron un incendio en la fachada de la iglesia San Agustín, en la localidad de Melipilla, en el gran Santiago, y dejaron inscripto con aerosol la frase: “La única Iglesia que ilumina es la que arde”. La rápida intervención de Carabineros impidió que el fuego se propagara por el templo, que está en reconstrucción luego del terremoto de 2010 y, por tanto, sus dependencias deshabitadas, lo que permitió a los autores moverse con gran impunidad. El ataque se sumó a los cinco con bombas de baja intensidad y paños embebidos en combustible que se produjeron en la madrugada del viernes también en parroquias de la zona metropolitana, dos de los cuáles fueron abortados. En uno de ellos se le advirtió al Papa en una pintada: “La próxima bomba será en tu sotana”, y en otro se inscribió el reclamo mapuche de tener su propio territorio. Pero en todos los casos, como declaró el viernes la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, no está claro quiénes fueron los autores. Se especula con el sector radicalizado de los mapuches y con la organización Lautaro, un grupo anarquista que actuó hacia el final de la dictadura del general Pinochet.