Ahora, ya no queda otra: todo lo defectuoso del River reciente se puede limpiar el miércoles. Ese es el día. Y ese es El Partido: la Supercopa ante Boca, en Mendoza. La visita a Paraná tiene el alcance recortado de un partido ajeno a la intensidad que tendrá el Superclásico.
De todos modos, ese grito final, ese gol en contra de Balboa sobre la hora que garantizó el 1-0, le sirve como impulso para la gran cita.
Había un compromiso que River debía cumplir de entrada, una especie de examen para despejar dudas sobre su juego y sobre su pera -en términos de box-, por esa debilidad que expuso en su sector defensivo. Y comenzó en ese sentido. Juan Quintero se hacía manija del equipo en ofensiva y junto a Enzo Pérez le tiraban toda la chapa técnica al conjunto paranaense. El colombiano flotaba entre la.mitad de la cancha y el área grande de Patronato y movía a su equipo y compeometía a los rivales. Pero duró poco. El mismo tiempo que le llevó a Gallardo salir eyectado del banco a comenzar a dar órdenes.
Los rendimientos individuales, ademas, estuvieron lejos de su mejor expresión. Y hasta el gol en contra, ese rebote afortunado, ese desahogo, da cuenta del concepto. Más allá del resultado, claro