Mateo Ezequiel Rodríguez, vive desde hace dos años junto a su familia en Quemú Quemú. La enfermedad que padecía se da -según la estadística- en una persona cada trescientas cincuenta mil, es decir, la misma cantidad de habitantes que pueblan el territorio pampeano.
Somos de Mendoza, pero contamos con el acompañamiento de toda la familia. Cuando nos dieron la buena noticia, el coracón me latía a10 mil, estpabamos muy contenteos, fue una alegría enorme
Mateo está en una librería conmigo, donde yo trabajo. Puede hacer una vida normal, tiene que cuidarse en la herida, nada más. Pero es por la curación que se le hace todos los días en el hospital.
Ahora estamos en 2 o 3 semanas se va a hacer una resonancia para corroborar que se sacó todo y que no vuelve a crecer nada. Luego pasará a ser cada 6 meses y así hasta los 5 años, cuando se puede afirmar que se curó por completo.
“Así viene siempre, desde el primer día, vestido de Súperman, como a él le gusta”, le cuenta a El Diario el médico neurocirujano Mauricio Telechea mientras le toma la mano y el pequeño “Supermateo” le suelta una sonrisa tímida, recostado sobre los brazos de su papá, pero de oreja a oreja.
La cirugía se hizo el pasado 16 de febrero y ayer a la mañana tuvieron una nueva consulta de un seguimiento médico que a medida que pase el tiempo será más espaciado.
“Nosotros somos cristianos, evangélicos, desde el primer momento confiamos en Dios… Así que estamos muy agradecidos de que nos puso a los mejores médicos en el camino”, destacaron sus papás, María Marchetti y Alejandro Rodríguez, oriundos de Mendoza.
Telechea, de 37 años, junto a su colega Pablo Villanueva, y el resto del equipo que compone el área de Neurología del Hospital “Dr. Lucio Molas” fueron los artífices de la inédita cirugía. El primero es oriundo de Santa Rosa, estudió en Córdoba y realizó su residencia en el Hospital Posadas. El segundo es salteño, estudió en Tucumán y sus primeros pasos en la medicina los dio en su tierra natal. Ambos trabajan en Salud Pública desde principios del mes de febrero, pero no forman parte de la planta permanente: lo hacen a través de un artículo 6º.
Telechea explicó que “los tumores de fosa posterior en el cerebelo son tumores que en la parte pediátrica son de los más frecuentes aunque no en nenes tan chicos como en este caso. En general es una patología que suele darse a partir de los cinco años”.
“De acuerdo a la estadística es algo que se da en una cada trescientas cincuenta mil personas”, precisó Villanueva.
“Los síntomas son cefalea, vómitos, trastornos en el movimiento ocular… Depende, hay distintos síntomas. Es complejo de detectar sobre todo en aquellos nenes que no se pueden expresar mucho”, añadió.
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