Ramón Barrionuevo fue el último marino, junto al capitán Héctor Bonzo en abandonar el Crucero General Belgrano, luego de que fuera torpedeado por los ingleses.
Barrionuevo contó pormenores del hecho y lamentó la filtración de la foto, que fue conocida antes por la ciudadanía inglesa que la argentina, luego de que fuera revelada en el Centro de Inteligencia Naval y vendida a medios extranjeros.
Presente en la muestra inaugurada hoy 10 y hasta el 28 de septiembre en la Cámara de Diputados, el marino de 72 años relató el momento del hundimiento del crucero General Belgrano.
“Yo cubría puesto de combate en el tercer piso de la cubierta principal. Cuando recibimos los torpedos, yo relevaba a un compañero que había bajado a su lugar de descanso y lo sorprende el torpedo. Yo siento la explosión, caigo sentado en el piso, porque el barco genera una escora de 20 grados. Me levanto y siento la explosión y el señalero que estaba de guardia informa sobre el torpedo. Ya nos había pegado los dos», dijo.
“Luego comenzó el trabajo de cerrar las puertas para que no pase el agua y el barco perdiera portabilidad, una tarea que fue difícil y fuimos superados. El jefe de control de averías informa que el barco debía ser evacuado porque se iba a hundir”, afirmó.
“Para el comandante, que debía dar esa orden, fue terrible. Perdía el control de tanta gente, de jóvenes de 18 años sin experiencia de vida para enfrentar un naufragio de esa magnitud y en esa latitud, con agua sobre los dos grados y una sensación térmica de 15. Más allá de eso, de la poca instrucción recibida, el naufragio de esa gente fue positivo y muchos se salvaron”, dijo.
“Luego del impacto, bajo a la cubierta y lo encuentro al comandante que ordenaba a todos abandonar el barco. Yo me quedo porque no quería que él cumpliera las obligaciones de viejo marino de irse a pique con el barco. Solucionado eso, me ordena que colabore con él para evacuar toda clase de heridos de la cubierta. Bajamos cinco o seis hombres a través de sábanas anudadas y llegó el momento que el barco iba perdiendo la posición normal y dar una vuelta de campana. Entonces, vamos a la proa y un guardamarina desde la balsa, nos saca la foto”, recordó.
“Luego volvemos al centro del barco y ahí, antes de lanzarnos al agua, nos persignamos, nos colocamos los salvavidas y nos lanzamos al agua. El comandante me ordenó que me tirara primero y luego lo veo a él que se tira atrás mío”, dijo Barrionuevo y logramos nadar hasta una balsa que estaba a unos 70 metros”, afirmó.
“Muchos nos vieron arriba de la cubierta y elogiaron esa actitud, que si bien fue mía, podría haber sido de cualquier conscripto en la Armada”, resaltó.
—¿El compañero que usted reemplazó murió en el impacto?
—Sí, se llamaba Juan Carlos Córdoba. Yo tengo muy buenos vínculos con toda la familia.
—¿Qué edad tenía usted?
—Yo tenía 35 años y era suboficial segundo. Cuando llegué a la balsa, vi que el barco se hundía, sabiendo como viejo marino dónde nos encontrábamos. Estábamos a 300 y pico kilómetros de la costa, en la zona sur, donde la marea tira a seguir yendo al sureste, alejarte de la costa, en aguas heladas. Nosotros fuimos rescatados a las 47 horas de estar en la balsa, por el Ara Gurruchaga.
—¿Cómo fueron esas 47 horas?
—Terribles, llenas de incertidumbre. Ya cuando el barco sale a navegar se da la orden de zafarrancho de combate, que es que el marino tiene que ir a la balsa asignada, hay un jefe de balsa que instruye a las personas qué tienen que hacer si hay que abandonar el barco y eso se da permanentemente. Todos los días a las cinco de la tarde hacíamos maniobras de zafarrancho de abandono, pero esa rutina dio lugar a que se salvara tanta gente en esa situación y en un conflicto bélico como el que nos tocó vivir.
De 1093, que se salven 723 hombres es algo no visto. Además, hubo un gran comportamiento de las personas. Cuando me subieron al barco, cerca de las 2 de la mañana, me vinieron a buscar y luego nos fundimos en un abrazo con el capitán Bonzo. Son situaciones que no se hablan, pero los hechos dan testimonio de lo que uno ha vivido. Es muy triste dar la orden de abandono y perder el control del barco, pero verse después rescatado por otra unidad y ver tanta gente con vida, sobre un barco chico como el Gurruchaga.
—¿Pensó en esas 47 horas que podría no sobrevivir?
—Era una balsa marinera, con luces, señalización, una Biblia y un paquete de cigarrillos. Gente co la que tenés que hablar, porque más allá que nadie tenía experiencia de naufragio, teníamos instrucción. Veníamos con chicos de 18 años, con 45 días de instrucción, era muy triste. Y había que convencerlos e instarlos a que conversen, que cuenten historias, que lean una Biblia, para sacarlos de la situación traumática de estar arriba de una balsa en movimiento permanente y en frío.
La balsa tenía una capacidad para 20 hombres sentados cómodamente en la balsa. Nos autocalefaccionábamos. La alimentación era con agua y teníamos comida para 20 días, pero el clima no era favorable, era una balsa, una cáscara de nuez sobre el mar. Dentro de la balsa, los pensamientos afloran a cada rato, no tenés ganas de dormir, estás pensando, no sabés qué te va a pasar en cualquier momento y sabiendo, dónde estábamos.
—¿Entraba agua a la balsa y había que sacarla?
—No, eran balsas marineras, con una cobertura, dos arcos inflables y cerrada. Eran muy buenas balsas, con elementos de señalizaciones y bengalas. Y leíamos la Biblia, conversaciones normales para mantenernos despiertos. Si dormías, corrías riesgo de congelamiento y llegar a una muerte encantada.
—Me imagino que este hecho en su vida debe volver permanentemente…
—Sí, son cosas que no se olvidan, más ahora que hay una gran movida, es importante que la gente sepa, principalmente la juventud. Sabemos que los medios son importantes para contar la Historia y la juventud es el rumbo del país. Por eso es importante que los medios cubran esta muestra que está acá.
Las figuras de Barrionuevo y Bonzo, momentos antes de lanzarse al mar.
En La Pampa, me he enterado que en noviembre será sede de Familiares e Hijos de ex combatientes, eso es un motor muy bueno porque no va a perderse la historia de Malvinas.
LA VENTA DE LA FOTO QUE RECORRIÓ EL MUNDO
Luego de ser rescatado del mar, los náufragos fueron llevados hasta Ushuaia “Allí viene un guardamarina y nos entrega la cámara con la foto que luego se conoció. El capitán Bonzo vino al continente ese mismo día y la llevó al Centro de Inteligencia Naval en Buenos Aires, donde se iba a revelar esa foto”, continuó Barrionuevo.
“Lo que yo hice para con el comandante, que es una noticia que recorrió el mundo porque hay una foto y fue vista en Gran Bretaña antes que Argentina, porque personas de la guerra, integrantes de la unidad, vendieron esa foto a los ingleses, que tuvieron la suerte de ver ellos primero esa foto, antes que nosotros que éramos los autores, los protagonistas, entre el capitán (Héctor) Bonzo y yo”.
“Esa imagen se vio a la semana del naufragio, que fue un domingo y al sábado siguiente, la foto ya había sido publicada por el News Times, de Londres. La foto la sacó Marino, se la dio al capitán Bonzo para que fuera revelada y esa foto se reveló en un lugar super secreto, se filtró la información, salió la foto y fue vendida al News Times de Londres, que la publicaron ellos antes que nosotros”, se lamentó.
“Esas fueron consecuencias de una guerra. Hay cosas que uno analiza hoy y se pregunta para qué sirve una guerra, que pícaros vivan de un momento cuando un soldado de 18 años estaba combatiendo, otro estaba negociando esa foto. Es triste y un poco bochornoso en la ética militar, saber que eso fue vendido antes que lo viéramos nosotros, los argentinos”, afirmó.
“Eso se relevó en el corazón de la Armada, en el Centro de Inteligencia Naval, allí las entregó el capitán Bonzo y de ahí se vendieron. Luego se tomaron medidas contra las personas, pero creo que eso está catalogado como traición a la patria, en plena guerra”, afirmó.