Francia alejó ayer la amenaza de la extrema derecha en la primera vuelta de las elecciones presidenciales al otorgar 23,9% de los votos al social-liberal Emmanuel Macron, que se convirtió así en el virtual futuro presidente.
Tras recibir el apoyo de la mayoría de las fuerzas políticas, y con una intención de voto del 62% para la segunda vuelta, se da por descontado que vencerá el 7 de mayo a Marine Le Pen , candidata del extremista Frente Nacional (FN), que ayer obtuvo el 21,4%.
Esos resultados constituyen una verdadera revolución en la vida política francesa. Por primera vez en la historia de la Quinta República, fundada por el general Charles de Gaulle en 1958, el voto popular llevó a las puertas del poder a un dirigente que hasta hace apenas dos años era casi desconocido. Macron, que fue ministro de Economía del presidente socialista François Hollande, forjó su ascenso fuera de las estructuras tradicionales. Su vertiginosa carrera, en cambio, la construyó al frente de un movimiento creado en abril de 2016, hecho inédito en Francia en los últimos 60 años.
«En nombre de ustedes, encarnaré (…) la voz de la esperanza para nuestro país y para Europa», dijo Macron anoche ante sus exultantes seguidores. «En un año, hemos cambiado el rostro de la vida política francesa», agregó.
«En momentos en que nuestro país atraviesa un momento inédito, marcado por el terrorismo, los desafíos económicos y ecológicos, los sufrimientos sociales, respondió de la mejor manera, yendo a votar masivamente», señaló, y dijo que quiere ser «el presidente de los patriotas contra la amenaza de los nacionalistas».
Fue un mensaje directo para Marine Le Pen, que anoche, en un anticipo de lo que será la campaña, no dudo en calificar a su contrincante en el ballottage como «el heredero de Francois Hollande y de sus cinco años al gobierno catastróficos».
Le Pen intentó transmitir una imagen ganadora ayer
Le Pen intentó transmitir una imagen ganadora ayer. Foto: AFP / JOEL SAGET
En tercera posición llegó François Fillon, del partido Los Republicanos (LR), de la derecha conservadora, con 19,9%, seguido por el líder de ultraizquierda Jean-Luc Melenchon, del movimiento Francia Insumisa, que totalizó 19,5%. El candidato del Partido Socialista (PS), Benoit Hamon, quedó relegado a la quinta posición, con 6,4% de votos.
Detrás se ubicaron Nicolas Dupont-Aignan (derecha), con 4,8%; Jean Lassalle (ruralista), 1,2%; Philippe Poutou (trotskista), 1,1%; François Asselineau (soberanista), 0,9%; Nathalie Arthaud, 0,7%, y Jacques Cheminade (conspiracionista), con 0,2%.
Apenas conocidos los resultados, el primer ministro, Bernard Cazeneuve, y la gran mayoría de los dirigentes de los grandes partidos alentaron a los electores a actuar con «espíritu republicano» en la segunda vuelta y votar por Macron, para impedir la victoria del FN de Marine Le Pen. Sólo Melenchon, visiblemente decepcionado, evitó pronunciarse y anunció que su partido consultará a los militantes para definir una posición.
El veredicto que arrojaron las urnas también constituye un auténtico cataclismo para los llamados «partidos de gobierno», que se alternan el poder desde hace 35 años: los herederos del gaullismo, agrupados ahora en el partido LR, y los socialistas. En un acontecimiento sin precedente, ambos fueron eliminados en la primera vuelta y, por lo tanto, será la primera vez que ambos queden fuera del ballottage.
Tanto Fillon como Hamon reconocieron el carácter catastrófico de sus respectivas derrotas y el cambio que significaba para Francia.
Ambas derrotas contienen los gérmenes de dramáticos arreglos de cuentas dentro de sus partidos, que pueden llegar hasta el cisma entre corrientes antagónicas.
Por otra parte, la victoria de Macron marca el final de la polarización derecha-izquierda y su reemplazo por un modelo reformista moderado ubicado en el centro del espectro ideológico. El propio Macron se define como un hombre que no es «ni de izquierda ni de derecha».
«En un año cambiamos el rostro de la vida política francesa», afirmó en su discurso, pronunciado dos horas y media después de conocidos los resultados.
El caudal de Marine Le Pen, que llega por primera vez a un ballottage, marca un sensible progreso con respecto al 16,86% que obtuvo su padre, Jean-Marie, en la primera vuelta de 2002. Luego fue derrotado por Jacques Chirac en la segunda vuelta, por 82,2% contra 17,8%. En la batalla presidencial de 2012 Marine Le Pen totalizó 17,9%, pero ocupó la tercera posición, detrás de François Hollande y Nicolas Sarkozy, y quedó eliminada del duelo final.
Su resultado de ayer decepcionó a los dirigentes del FN porque parece confirmar que el partido tropieza con un «techo de vidrio» en su ambición de llegar al poder. Ese límite traduce la desconfianza de la sociedad francesa frente a ese partido xenófobo, racista, antimusulmán, antieuropeo y anti-OTAN.
El 21,4% de ayer marca un retroceso de cinco a seis puntos con relación a las intenciones de voto que tenía en los sondeos hace un par de meses.
Más que la segunda vuelta, que en teoría está prácticamente definida, el gran desafío para Macron consistirá en extender el perímetro de su movimiento para asegurarse una confortable mayoría en las elecciones parlamentarias, previstas para el 11 y el 18 de junio.
La ausencia de mayoría parlamentaria puede constituir una amenaza para el futuro presidente, pues lo obligaría a recurrir a negociaciones permanentes y alianzas circunstanciales para imponer su programa de gobierno, lo que significaría un regreso al sistema de la IV República.
Para los otros partidos también constituye un desafío crucial porque la elección de 577 diputados -que se juega esencialmente a nivel local- les puede permitir recuperar el impacto de la derrota de ayer y mantener una fuerza capaz de influir en el próximo quinquenio.